Mi hija Isabel pasó un fin de semana en casa de mi prima y volvió con una costumbre (es gracioso porque a la edad de 6 años, tener un mismo comportamiento dos días seguidos ya lo convierte en costumbre). Lo último que hacía antes de dormirse era dar las gracias por algo que le hubiera sucedido en el día y pedir por algo que quería que ocurriese en un futuro. Un besito y ¡a dormir!. Me pidió que siguiéramos con esa costumbre en casa y así lo hicimos. Llevamos desde junio 2010 agradeciendo juntas todas las noches.
¿Qué hizo que quisiéramos conservar este ritual? Nos sentimos bien haciéndolo. Este simple “juego” nos permite conocernos más; ahora sé lo que ella agradece de cada día y ella sabe lo que para mi es importante y/o divertido y en qué pongo yo el foco. Estamos un rato pensando mientras hacemos un repaso a varias opciones antes de elegir la que diremos en voz alta… y ese momento es mágico y enseguida veremos por qué.
Dejaremos la parte del ritual en que se pide algo que queremos que ocurra para otro post, pues merece la pena detenerse ahí también.
Cuando nos ponemos en “modo agradecimiento” estamos repasando varios momentos agradables del día y como nuestro cerebro no distingue entre realidad y visualización, revivirá la emoción vivida en cada uno de esos momentos que estamos “reviviendo”. Es como ver una peli: sabemos que no es cierto, que son actores interpretando un papel pero lo vivimos y sentimos como si fuera cierto.
Veamos un poquito de neurociencia: El agradecimiento es una emoción, por lo que afecta a nuestro sentimiento. Cuando te sientes agradecido tu cerebro se pone en marcha y se activa el sistema de recompensa del córtex prefrontal (concretamente el núcleo accumbens) y éste nos produce un estado de bienestar y placer gracias a la generación de dopamina. La dopamina es la base de la autoestima y la satisfacción. Pero la cosa no acaba aquí porque al sentirte agradecido también se estimula la liberación de la hormona de la oxitocina, la cual estimula el cariño, trae tranquilidad y reduce la ansiedad, el miedo y la rabia… ¡Imaginaos cuánto bien para la hora antes de irnos a dormir! Nuestro cerebro es incapaz de sentir gratitud e infelicidad al mismo tiempo.
Martin Seligman, especialista en optimismo y psicología positiva, propone que tengamos una agenda de gratitud en la mesita de noche y que escribamos en ella cuatro cosas por las que sentirnos agradecidos de lo sucedido en el día, como hábito antes de dormirnos. Cuando tienes este hábito interiorizado ocurre algo mágico y es que estás atento a lo que pasa y a lo largo del día te fijas en esos “momentazos” y te dices: “esto lo anotaré esta noche”. Entonces vives algo más consciente, reduciendo la velocidad. Reducimos la marcha, cogemos la cámara y hacemos una foto de eso que queremos recordar.
Emmons & McCullough hicieron una investigación en (California, 2002). Dividieron la investigación en 4 grupos y les pidieron que todas las noches escribieran lo siguiente: a) Grupo Gratitud (cuatro cosas por las que estaban agradecidos). b) Grupo Malestar (escribir cosas que les hubieran molestado o dificultades del día, etc.). c) Grupo Superior (que escribieran 5 cosas en las que se hubieran sentido superiores a otras personas). d) Grupo control (que escribieran 5 situaciones del día, sin filtro alguno).
La investigación medía, antes y después, las siguientes dimensiones: cada cuánto visitaban al médico durante ese período, el optimismo, la felicidad, la generosidad y benevolencia con los demás y la suerte que tuvieron para conseguir sus metas.
El resultados fue que el grupo que obtuvo peores resultados fue el grupo b) Grupo Malestar, dos de ellos quedaron empatados en segundo lugar y el grupo que obtuvo mayores índices en las unidades de medición fue el grupo a) Grupo Gratitud.
¡Pensar y escribir las cosas por las que te sientes agradecido marca UNA GRAN DIFERENCIA! Los grandes líderes lo saben y, no sólo son agradecidos sino que fomentan la gratitud entre sus equipos.
Como tantas otras cosas, es gratis y te toma no más de 3 minutos!
Además, sabemos que aquello en lo que ponemos el foco se expande. Podremos deducir que mientras agradecemos estamos provocando que la vida nos dé más de eso, como si fuera un boomerang. Traducido a palabras, ocurre que cuando decimos “Muchas gracias!”, cambiemos la respuesta “de nada” o “no hay de qué” para sembrar que eso que nos ha gustado ocurra más veces y por eso os invito a que cuando os digan “Muchas gracias!” contestemos “Muchas veces.”