Nos estamos relacionando continuamente con los demás tanto en el ámbito profesional (jefes, colaboradores, subordinados, clientes, proveedores) como personal (pareja, hijos, padres, profesores, la cajera del súper, el lampista, la portera, etc..) e inevitablemente surgen malos entendidos, expectativas que no se cumplen, comportamientos que no se adecuan a lo que pedíamos o esperábamos. Ante este panorama ¿cuál es nuestra reacción? Somos de los que damos FEEDBACK o somos de los que prefiere DAR POR EL FEEDBACK.
Si todavía no sabes en que grupo estás permíteme que siga. Si eres de los que dan por el feedback, cuando tus expectativas respecto a algo no se cumplen, te asemejas más a un elefante a 100km/hora en una cristalería, allí por donde pasas no queda nada entero. Tus colaboradores temen tu reacción ante algo que no han hecho como esperabas. Tus hijos lo mismo. Tu mujer levanta los ojos cada vez que empiezas a quejarte de algo. Y como resultado recibes caras de incomprensión, poca simpatía, falta de confianza en ti, y tú sintiéndote un incomprendido ya que lo único que haces es hacerles ver lo que no han hecho bien y recibes encima estas reacciones.
Cuando damos un buen feedback, provocamos en el otro una reacción/acción positiva. En definitiva, que cuando no comulgas al 100% con lo que el otro ha hecho o dicho eres capaz de hacérselo saber sin destruir su autoestima, su iniciativa o su proactividad, sigo?
Tanto si tienes un equipo de gente a tu cargo, como si eres padre, profesor o pareja es fundamental saber dar feedback porque con ello no sólo demuestras respeto por quien tienes delante, sino que además transmites que confías en que lo van a conseguir, confías en ellos y en sus capacidades.
Te invito a que observes cómo reaccionas cuando alguien hace algo con lo que no estás de acuerdo (poner mala cara también es dar por el feedback por si dudabas en qué grupo ponerlo) y en el próximo post te daremos las claves para dar un feedback positivo.