Vivir la vida con sentido es vivirla sabiendo que todo tiene un para qué; nada es casualidad; todo es por algo y para algo.
Parece increíble pero en nuestra primera infancia nos dejamos sorprender por todo y por todos, todo nos va bien y aceptamos a nuestros familiares y amigos sin prejuicios, nos permitimos decir y hacer lo que pensamos sin contradicciones, somos valientes y tremendamente humanos pues nos permitimos llorar y reír o cantar y dormir a nuestro antojo. A medida que vamos creciendo, nos vamos amoldando a una sociedad que arrastra unas normas y creencias que limitan la creatividad, la libertad de expresión, la coherencia entre lo que pensamos, queremos y hacemos, la autoestima, la autenticidad, la conexión con el entorno y la intuición.
Desde niños crecemos aprendiendo un montón de creencias que nos limitan el aprendizaje y el desarrollo y cuando llegamos a una edad adulta interpretamos la realidad a través de ellas y, en el mejor de los casos, nos preguntamos ¿para qué me sirven a mi todas estas limitaciones? ¿qué pasaría si las cuestionara? Y entonces tratamos de hacer el camino a la inversa tratando de recuperar esa forma de ver el mundo que nos muestran nuestros maestros: los más pequeños.
Cuando vives bajo la premisa de que todo tiene un sentido y de que tu vida tiene un sentido; vives abierto, motivado, confiado, disfrutando de lo que pasa, de lo que te ocurre y también, por qué no, de lo que no pasa y no ocurre. Todo te va bien pues confías. Tienes objetivos y sabes cuál es tu camino. Te ocupas de la dirección y despreocupas de la velocidad. Vives bajo la premisa de que todo es perfecto tal cual es. Vives queriendo ser cada día más consciente de que tú eres el único que sabes lo que de verdad quieres y el único capaz de ponerle sentido a tu vida con tus decisiones y acciones.
Sabes que vives con sentido cuando notas expansión y te estás muy atento a lo que pasa ahora, en este preciso instante; también lo sabes porque dejas de esforzarte y sustituyes los «tengo que» por «quieros»; te sientes integrado en el entorno, sabiendo que formas parte de él.
Un movimiento colectivo de la conciencia está sucediendo. Cada vez hay más personas comprometidas con su crecimiento personal y con su actitud de contribución y servicio al bien común.
¿Podemos ofrecer algo más grande a los demás que nuestra capacidad de contagiar vitalidad, energía positiva y motivación?
“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”. Mahatma Gandhi